jueves, 30 de abril de 2009

RETO AL DESTINO

Fue en la primera fiesta, la del viernes 8 de abril de 1983, que escuché ese blus (así le decíamos a los lentos en esa época). Recordé de inmediato que la había escuchado en la promoción que pasaban en la tele de la película Reto al Destino (An Officer and a Gentleman). Es que la melodía de Up Where We Belong es pegajosa e inolvidable. Además, bailé ese blus (mi hija se ríe cada vez que me escucha decir esta palabra para referirme a las baladas ochenteras) con la primera lolita que me gustó del Octavo Básico del CCM que habíamos invitado para dicho carrete.
El caso es que me dije que iría al cine para verla. Es que también, con sólo verla en dicha promo televisiva, quedé enganchado de la Debra Winger. Pero la decepción fue mayúscula cuando vi el aviso en el diario que destacaba Mayores de 18 años. ¡Tendría qué esperar cinco años, 60 meses para verla! ¡No podía ser!
Para colmo, cuando un compañero de curso, el Lagaña Oliveros, la había conseguido en Betamax no me invitó a su casa a verla el muy Judas. Y tuve que conformarme con escuchar que “la amiga de la mina qué mala era con el amigo” o también “güena la moto del Richard Gere”. Qué lata escuchar eso. Me conformé con leer un resumen del argumento que por esos días publicó el diario La Tercera. ¡Pero no era lo mismo!
Hasta que ocurrió el milagro… justo cinco años después. Canal 13 (sí, la estación del angelito) la exhibió un domingo de noviembre por la noche. Y no me decepcioné. No lo puedo negar: me dio pena cuando Sid (David Keith) se suicida porque la Lynette (Lisa Blount) le había confesado que no lo amaba y que había inventado lo del embarazo. Y el pobre Zack Maggio (Richard Gere) llora la muerte de su yunta, el que lo había apoyado en su esfuerzo de ser alguien en la vida… a pesar de sacar de quicio al Sargento Foley (Louis Gosset Jr.) con sus movidas raras como vender hebillas limpias a los compañeros. Para colmo, Zack era rollero porque tuvo que graduarse como alférez para darse cuenta que amaba a la Paula Pokrifki (Debra Winger) y que los sentimientos de ella eran sinceros. La escena final, aquella en que Zack vistiendo su albo uniforme va a la empacadora a buscar a Paula y llevársela, ante la emoción de la mamá de ella y el aplauso de sus compañeras de trabajo, es notable. Francamente, ídolo.
Pero con esta película quedé con una espina clavada: me había hecho ilusiones ir a verla en el 83 con la niña con la que había bailado el blus con la canción de esta película. Era el mejor panorama para una cita romántica, que se coronaría comprando en el Paseo Ahumada un barquillo americano, esos de máquina. Sin embargo, el Consejo de Calificación Cinematográfico de esos años echó por tierra mis ilusiones de enamoradizo adolescente…

martes, 28 de abril de 2009

LOS TOP DE LAS CANCIONES EN MISA

En Segundo Medio yo dominaba la guitarra casi a la perfección. Bueno, había pasado todo el verano con ella al lado. Y descubrí que era un imán que podía utilizar para que las lolitas se fijaran en mí. Lo pude comprobar en las vacaciones en El Mariscadero, donde bastó que tocara un par de acordes para que la prima de mi amigo que nos había invitado a su casa en ese sector de la zona sur me tomara en cuenta (o como diría en esos tiempos , “me pescara”).
Con ese predicamento comencé a armar un cancionero, aprendiéndome sobre todo las canciones de Duran Duran, mi conjunto favorito. Y con diccionario en mano, las traducía para darme un poco más de peso ante el resto de los seudo trovadores que podían surgir por ahí.
La movida maestra ocurrió cuando en el colegio nos informaron que los que queríamos podíamos integrar una comunidad juvenil para preparar nuestra Confirmación. Ese fue el punto de inflexión. La excusa era el mencionado sacramento católico, el objetivo real era conocer chiquillas (“minas” en esa época). Y qué mejor que lucirme con mi guitarra. El “imán” servía porque solitas se acercaban como abejas a la flor. Les decía que andaba con la guitarra para todos lados porque estudiaba música en mis ratos libres. Hasta que el Padre Miguel me dio una misión impensada… en síntesis, me calzó.
“Antonio, aprovechando que tocas la guitarra, ¿por qué no te aprendes las canciones del cancionero de la capilla para que nos acompañes en las misas?”
Ese “¿Por qué no te aprendes?” significaba “Deja de pavonearte ante las niñas y haz algo útil con tu guitarra”.
Ante tales circunstancias, no me quedó más que ampliar mi repertorio con canciones dedicadas al Cielo. No lo puedo negar, al final me terminó gustando porque había algunas muy pegajosas.
Por ejemplo, la clásica era “Alabaré… alabaré… alabaré… alabaré… alabaré a mi Señor…” que en nuestro curso la adaptamos como "A la pared... a la pared... a la pared..."
Otra que yo tocaba era “Demos gracias al Señor, demos gracias…” que los contrarios al Régimen Militar cantaban “Democracia al Señor, democracia…”
Una muy prendida era “Gloria… gloria a Dios… alabanzas Él nos cuida con amor…”

Otra clásica era "Venid y vamos todos con flores a María... con flores a María... que Madre nuestra es..." . Cuando en el siguiente verso se subía el tono yo gritaba "Everybody sing!" para entonar nuevamente "Venid y vamos todos..."
También era fija en las misas aquella que decía "Vienen con alegría, Señor... cantando... vienen con alegría...". Esta se usaba cuando los curas entraban al altar para comenzar la misa. Lo irónico era que lo que menos lucían era alegría en sus caras antes de iniciar la Eucaristía.
Pero el hit de hits, el número uno indiscutible era “Tú has venido a la orilla… no has buscado ni a sabios ni a ricos… tan sólo quieres que yo te siga… Señooooooooor, nos has mirado a los ojos…” Si hubiera un programa de clásicos de la Iglesia, El Pescador de Otros Lagos tiene que estar sí o sí.
Mi clímax interpretando este tipo de canciones fue en la peregrinación al Templo Votivo de Maipú, el 12 de octubre. Se nos ocurrió con el resto de los amigos hacer la caminata desde el Estadio del colegio, ahí en Ochagavía, hasta el Templo. ¡Más de cuatro horas caminando! Pero no fue en vano, porque las lolitas de todos los colegios femeninos que acudieron a esa festividad nos miraban con un dejo de coquetería y de risa. ¡Si para taquillar con todo hasta cantamos El Patito de los Huasos Quincheros! Eso fue como mucho…

¡CONSCRIPTO! ¡FIRMEEEE…!

El miércoles 20 de septiembre de 1989 estuve al borde del abismo. De partida, ese día amanecí con el pelo corto. Casi como colegial de Primero Básico. Y todo para evitar inconvenientes en mi presentación en el Regimiento para saber si quedaba en el Servicio Militar.
Para qué estamos con cuestiones, yo iba asustado. Ya en el llamado de marzo la Divina Providencia había logrado esconderme del sorteo para cumplir el llamado de la Patria (a propósito, nunca escuché que la Patria dijera mi nombre). Pero en ese septiembre no me salvé.
Apenas me llegó la cordial invitación a principios de ese mes comencé a transpirar helado. Y me imaginé lo peor. ¿Qué iba a hacer yo vestido camuflado? ¿Será que el Caballero, aún dolido por su derrota en el plebiscito, quería aumentar el contingente para recordarle a la Concertación con quién se estaban metiendo? ¿Cómo lo haría yo para sacarme el servicio? ¿Qué sería de mi familia sin mí en la casa?
Cuando traté de refugiarme en mi redil familiar, me encontré con mi papá hablándome de que me haría bien esos dos años para valorarme como persona tal como lo había hecho él cuando estuvo, con indisimulado orgullo, en el Regimiento Esmeralda Número 7 de Antofagasta –relato que me contó desde que tengo memoria-. Además, mi mamá vio la ocasión para lograr el objetivo que se había planteado en los últimos dos años: que me cortara el pelo “porque si no, te van a dejar adentro al tiro. Es que a los chascones los agarran de una” me decía la autora de mis días. Lo insólito es que la Karin fue su mejor aliada. “Te verías más lindo con el pelo cortito”, me susurraba. Y el resto de los integrantes de “El Andrajoso Tigre” no halló nada mejor que tomarme como material para sus tallas. “Atención soldado… fiiiiiiiiiiiirme”, me decían mientras yo trataba de relajarme.Acorralado en ese panorama adverso, realicé mi visita al peluquero. “Por lo menos ahorrarás plata en gel”, se reía mi hermano menor. Chistoso él.
Ni qué decir cómo pasé ese “18”, siendo un adicto de la resignación total. Ni el asado en la casa de mi tío ni el carrete en la casa de mi polola lograron hacerme olvidar el día aquél, 20 de septiembre. Lo peor es que en esa fiesta intenté dármelas de campeoncito y traté de hacer caer a la Karin de que a lo mejor iba a ser una de las últimas veces que estaríamos juntos… que a lo mejor me iban a mandar a Punta Arenas o a Arica… que no nos veríamos por dos años… en fin, me movía tangencialmente para que ella se decidiera a… ejem… bueno, ustedes entienden lo que quiero decir. Hasta el día de hoy no sé si se hizo la ingenua o no, pero me miró con sus lindos ojos verdes y me dijo: “Mi amorcito, no se preocupe. Le he rezado harto a la Virgencita, y sé que no vas a quedar en el Servicio Militar”. Tras esa declaración de principio no me quedó más que hacerme la idea de que iría a presentarme al Regimiento con mis ganas intacta.
Pues bien, la noche anterior no dormí nada. Tenía que estar a la 8 de la mañana en la puerta del Regimiento. A las 6 ya estaba vestido. Pretendí ir con mi camisa roja favorita, pero me arrepentí porque a lo mejor pensarían que yo era comunista y me dejaban de una adentro. Asi que fui de polera, jeans viejo y zapatillas a enfrentarme a mi destino.
Llegué a las 7 con 27 minutos y había harto lolo esperando. Pensé que alguno me iba a reconocer por mis conciertos con el grupo, pero no. A lo mejor, con el pelo corto parecía invisible. Ya me había hecho la idea que iba a firmar algunos autógrafos.
Tuve que esperar como dos horas porque era por orden alfabético el asunto. Tipo 10 de la mañana salió un sargento y dijo: “Ya, los apellidos con P adentro”.
Ahí comencé a transpirar helado. Mientras avanzábamos en la fila, unos conscriptos que estaban descansando nos echaban bromas. “Punta Arenas los espera, chiquillos”, dijo uno. “Pero primero hay que bautizarlos”, comentó otro con un dejo de malicia que asustó. ¿Bautizo? Seguro que no era, precisamente, que le echaran a uno un poco de agua sobre la cabeza.
Pasamos por el dentista y no me encontró nada malo. Mientras esperaba el chequeo médico, vestido sólo con mi slip, un asistente social me preguntó: “¿Tiene algún inconveniente para hacer el Servicio?”. Lo único que atiné a decir fue: “Tengo que atender el negocio de mi padre, que está enfermo. Y además, a fin de año me caso porque mi polola está embarazada”. El personero me miró con cara de “invéntate otra chiva” y siguió con el compañero que tenía al lado.
Hasta que me llamaron a pesarme y sucedió algo inesperado. El encargado miraba la pesa y me miraba a mí. Llamó al sargento que nos tenía a cargo y le dijo: “Este joven está excluido. Está bajo el peso normal”. El suboficial me miró y rápidamente me ordenó “ya cabrito. Vístete, pasa al mesón a retirar tu carnet y te vas”. Creo que batí un record, porque en menos de 10 minutos ya estaba en la calle, pensando cómo lo había hecho para estar bajo mi peso normal. Y encontré la respuesta: tan urgido estaba por quedar adentro, que en las semanas previas comí poco o nada. ¡Eso me ayudó! ¡Fue un milagro! Así que corrí a buscar un teléfono público para avisarle a la Karin que no había quedado. ¡Sus rezos habían resultado!
A propósito, me acordé de algo que tengo que decirle a mi hija: que si un pololo le argumenta que como se irá al Servicio Militar tiene que darle un regalo especial, ella le tiene que decir que está rezando por él. Tal como lo hizo su mamá. Si total, el perla no se va a morir. Se lo aseguro.

FUERZA G

Una serie animada imperdible en el verano de 1980 era Fuerza G, también conocida como La Batalla de los Planetas. La transmitían en el Canal 7 (TVN), en la franja de las 16.30 horas… así que uno alcanzaba a ir a comprar el pan a las 4 en punto para que después la mamá no lo fregara que había que ir a comprar el vital complemento alimenticio de la mantequilla y la mermelada para la onces.
La historia es simple: cinco jóvenes huérfanos, con trajes que semejaban aves, combatían la invasión alienígena de Spectra, liderada por Zoltar quien con sus facciones andróginas parecía ser una mujer con voz ronca. El quinteto era liderado por Mark, que lucía un uniforme blanco semejante a un águila. El segundo de a bordo era Jason, ataviado como un cóndor. Luego, Princesa que vestía como un cisne albo; Tiny, un búho verde; y Keyop, una golondrina.
Todos tripulantes del Phoenix, una nave que cuando tomaba velocidad máxima se transformaba en un pájaro de fuego –de ahí su nombre-. Además, cada integrante tenía su arma y vehículo particular: Mark piloteaba un jet albo con vicos azules y rojos tal como su traje y manejaba a la perfección un boomerang; Jason tenía una puntería formidable con su pistola y un auto semejante a un Fórmula 1; Princesa, una moderna moto y se defendía con una suerte de yo-yo mortal; y Keyop conducía un híbrido entre grúa y tanque más unas boleadoras como armamento personal. Los cuatro se unían al Phoenix, cuyo piloto era Tiny, quien también manejaba una pistola.
Su base secreta estaba en el Centro Neptuno, bajo el océano. Su superior jerárquico era el Jefe Anderson, un tipo de lentes que pocas veces sonreía y que nunca se sacaba su delantal celeste. El control desde la mencionada estación estaba a cargo del robot Zarko 7, quien era acompañado por un pequeño robot perro. Además, aparecía el Escuadrón Impulso Escarlata, un trío con lentes oscuros que ayudaba a los muchachos y cuyo comandante daba pistas que era el padre de Mark, quien lo creía muerto.
La serie en sí data de 1972 cuando se estrenó en Japón bajo el nombre de Kagaku nija tai Gatchaman, la que fue comprada por el productor estadounidense Sandy Frank, quien suavizó algunas escenas de violencia y que bautizó como La Batalla de los Planetas (Battle of the Planets) que es la versión que se vio en nuestro país en el ya mencionado 1980. Con un total de 85 capítulos, las aventuras de los cinco mozalbetes transcurrían en diversos planetas, al contrario de la versión nipona que sólo tenía como escenario a la Tierra.
La acción de cada capítulo era muy obvia: los buenos contra los malos. Y siempre el quinteto se las arreglaba para estropear las maldades planeadas por Zoltar. Incluso, más de alguna vez los cinco hacían una pirámide humana que giraba y provocaba un remolino que desestabilizaba a los enmascarados hombres de Spectra.
Con la partida del verano, la serie dejó de transmitirse por TVN. Un par de años más tarde volvió a la pantalla por UCV-Televisión, por una breve temporada. Y en el 2001, el canal estatal la repuso… pero con variaciones. Ahora se llamaba Fuerza G, Guardianes del Espacio. Y, por ende, cambiaron los nombres de los protagonistas: Mark pasó a llamarse Ace Corazón Noble; Jason, a Dirk; Princesa, a Agata Julio: Keyop, a Avecilla; Tiny, a Autillo; y Zoltar, a Galactor. Ya no era lo mismo como en aquel verano de 1980.

lunes, 27 de abril de 2009

VOCABULARIO OCHENTERO

¿Te acuerdas de algunas de las siguientes expresiones? Si no es así, haz memoria ayudado por la siguiente lista. Incluso, algunas de estas palabras trascendieron generaciones y se mantienen hasta hoy.

* "A la pinta": Expresión que indica que algo va por buen acmino. // “Estamos a la pinta con lo que nos mandaron”
* Arranado: Flojo, cansado. // “Anda medio arranado mi compadre”
* Artesa: Quien andaba con pinta de hippie, cantando canciones de Silvio Rodríguez u otros autores. Inseparable de su guitarra acústica.
* Atracar: Beso en la boca. Es lo que hoy se conoce como “ponceo”
* Bajón: Tristeza. // “Ando medio bajón”
* Cachar: Entender
* “¿Cachai?”: “¿Entendiste?”
* Cachilupi: Muy bueno, positivo, a la pinta

* Caleta: Mucho, demasiado // "No lo vemos hace caleta de tiempo" // "Vino caleta de minas"
* Cambio de Luces: Coqueteo con el sexo opuesto. // “La Maca le está haciendo cambio de luces a ese perico”
* Car’ e Palo: Arriesgarse
* Carrete: fiesta, pasarlo bien
* Cototudo: Muy bueno
* Cuico: Pituco, snob
* Dando la hora: Hacer algo que nadie toma en cuenta o que no rinde resultados.
* Descueve, lo pasamos el: sinónimo de la expresión “lo pasamos muy bien”
* Edad del pavo: Edad entre la infancia y la adolescencia
* Espantomóvil: Auto lujoso
* Engrupir: Conversar con alguien para convencerlo. Generalmente, se utilizaba cuando un lolo trataba de entablar un diálogo con la chiquilla que le interesaba.
* Filo: terminar. Generalmente, se utilizaba para terminar un pololeo. // “A la Maca el pololo le dio filo”
* Ganso/a: Tonto. // “Es bien ganso ese tipo”
* Grosso: Excelente, buena onda // “En el carrete lo pasamos grosso”
* Heavy: Pesado
* Hacer gancho: Oficiar de puente para que un lolo o una lola se contacte con la persona que le gusta. Generalmente, este papel lo encarnaba alguien que conocía a ambas partes involucradas.
* “La Muerte”: Excelente // “Nos fue la muerte”
* Lenteja: Lento, aburrido.// “No seai lenteja”
* Legal: Optimo, bueno, positivo
* Lona: Cansado // “Quedé lona después de la prueba”
* Mote: Asunto // “¿Y cuál es el mote?”
* “Muere piola”: Silencio. Sinónimo de “No se lo digas a nadie”
* “No salva a nadie”: Expresión que refleja que alguien no sirve para determinada labor. // “El Pato no salva a nadie”
* Perico: Sinónimo de lolo
* Pescar: Tomar en cuenta // “Al Manolo no lo pescan mucho”
* Picante: es el flaite de hoy. Sinónimo de ordaca.
* Pinchar: Cuando un lolo y una lola se gustan y tratan de establecer un contacto. Generalmente, es el primer paso de lo que se supone culminaba en un pololeo.
* Pintando el Mono: Egocéntrico, centrito de mesa, que todo el mundo esté pendiente de él. // “Anda puro pintando el mono”
* “¿Qué onda?”: Expresión sinónima de “¿Qué pasa?”
* Quebrado: Altanero, cachetón. Sinónimo de “creerse la muerte” // “El Juan anda quebrado por lo que hizo”
* Resto: Momento breve // “espérame un resto. Vengo al tiro”
* “Se las mandó”: Expresión que refleja una acción que nadie esperaba. // “El Kike se las mandó en el baile”
* Taquillar: Lucirse, destacar, tirar pinta
* Taquillero: el que taquilla.
* Tranquilein: Tranquilo.
* Triller: De miedo. // “Lo pasamos de thriller en el carrete”
* Volao: Quien no está atento
* Virar, virarse: irse de un lugar físico
* Zeta: Lona, cansado. // “Estoy zeta”

LOS GIROS DEL HUEONÓDROMO

Mis hijos no me creen mucho cada vez que les cuento que en nuestra época con su mamá, mientras éramos estudiantes, no íbamos mucho a discoteques. La cita era en la Gelatería, al frente del IMLP ahí en el paradero 7 de Gran Avenida. El punto de inflexión era cuando se armaba la kermesse en mi colegio. Lo que nos interesaba a los lolos era la disco que se armaba en el gimnasio. Puntualmente, a las 20 horas (“¿A las 8 de la noche, papá? Me estás leseando”, me dijo la Nicole) entrábamos al recinto donde la multicancha había sido reemplazada por una pista de baile. Y siempre estaba lleno, porque llegaban taquillas, minas y demases desde todas las escuelas de la comuna.
Cuando entramos con la Karin, le pregunté “¿Quieres ver el Hueonódromo?”
Ella, que lucía unos apretados pantalones con cuadritos negros y lilas, parecido a una bandera de carrera de autos, me miró sorprendida. “¿Qué vea qué…?”
“El Hueonódromo…”
repliqué.
“¿Y qué es eso?”, volvió a preguntar ella, abriendo más sus ojitos verdes.
“Acompáñame a la última galería”.
La tome de la mano y subimos hasta la última galería del gimnasio. No había mucha gente por ahí, a lo más un par de parejas atracando (“Eso era el ponceo, ¿cierto?”, preguntó la Nicole) asi que no nos costó encontrar espacio. Nos sentamos y le dije a la Karin: “Mira a la cancha”.
Mi entonces polola se sorprendió lo que estaba apreciando. Era un montón de gente que daba vueltas en la cancha. Lo curioso es que ese movimiento era tácito, nadie se había puesto de acuerdo transitar en el sentido de las agujas del reloj. O sea, de derecha a izquierda. Ese panorama semejaba a los siete círculos que, seguramente, apreció Dante Aligheri cuando bajó a los infiernos en La Divina Comedia. Y al centro de ese tremendo giro, había algunas personas bailando.
“Ese es el Hueonódromo”, le dije a la Karin.
“¿Y por qué se llama Hueonódromo?” preguntó nuevamente.
“Porque andan todos hueando buscando un espacio donde bailar”
La Karin soltó una carcajada, que no demoró en contagiarme. Tras eso, bajamos y, metiéndonos entre medio de toda esa gente, llegamos al centro del Hueonódromo y bailamos hasta como la 1 de la madrugada. Mientras tanto, el resto de la gente seguía girando y girando buscando un espacio para también hacer lo propio en ese rito que era parte de la disco que se armaba en el gimnasio de mi colegio.

LA FAUNA DE LOS 80

Así como hoy en los albores del siglo XXI existen las llamadas Tribus Urbanas, con Pokemones, Emos, Otakus y cuanto nombre raro exista, en los 80 también había grupos diferenciados de estilos. No se llamaban, precisamente, Tribus Urbanas pero también servía para que los jóvenes de aquellas épocas buscaran su identidad. Al respecto, se distinguían los siguientes lotes…
* Taquillas: la mayoría se incluía en este grupo. Para ser un taquilla o taquillero bastaba con calzarse un pantalón amasado de color chillón. También podía ser un pantalón de cotelé o jeans con un color poco común, por ejemplo, lila. La camisa debía ser ancha, con un color ad hoc al pantalón. Y si no era camisa, una polera manga corta también en el tono… ojalá marca Ocean Pacific. El protagonista de este blog, Tony Duran, era un fiel referente de este grupo.
* Minas: Eran todas las mujeres. No había distingos de pelolais o pokemonas. Entraban todas en este grupo. Ahora bien, como ha ocurrido en todas las épocas, la vestimenta hacía resaltar a una sobre la otra. Destacaban las mini faldas blancas, con botas oscuras… casi como paquita de Xuxa. O también, las faldas con vuelitos.
* Cuicos: Término con que se identificaba a los lolos del sector oriente de la capital. Aunque el tipo fuera el más humilde del mundo, por el hecho de vivir en Las Condes o Vitacura ya le caía este mote. Ahora bien, la perspectivas del tiempo indica que aquellos que residían en Providencia prácticamente vivían en tierra de nadie, porque si para los de Plaza Italia pa’ rriba eran ordacas, para los de Plaza Italia pa’ bajo era cuicos.
* Ordacas: Forma despectiva con que se identificaba a los que vivían en sectores populares y/o periféricos. Ordaca deriva de ordinario, que significa “común”.
* Metaleros: Eran los chacones de la época, seguidores del heavy metal y que se juntaban todos los sábados en el Paseo Las Palmas para intercambiar discos con sus congéneres y también intercambiar golpes con los coreanos. Un amigo de Tony llamado Bingo Black Metal pertenecía a este conjunto, y quien respetuosamente trataba a Duran como un poser, vale decir, un posero.
* Punkys: Herederos de la cultura inglesa surgida en los años 70. Eran pocos, y la mayoría se caracterizaba tal como se espera de un punk, vale decir, mechas paradas y pintada con tinturas variopintas. Contestatarios al sistema por excelencia.
* Car’ e Pillos: la versión criolla de los nerds. Tony Duran tenía un amigo en su colegio que tenía sólo la cara de pillo, porque detrás de sus lentes ópticos se escondía una personalidad sádicamente asustable.
* Artesas: Los hippies ochenteros. Eran aquellos que llevaban la guitarra sobre el hombro y el cancionero de La Bicicleta en el bolsillo. Algunos, fieles a los principios de este grupo, vestían poncho aunque hicieran 30 grados de calor. Su repertorio musical incluía desde Silvio Rodríguez, su gran referente, pasando por Víctor Jara y algunas canciones en contra del Gobierno Militar.

SOY LO QUE QUEDA DE UN TAQUILLA…

Hola. Me llamo Antonio Pardo Arancibia. Tengo 39 años. Profesión contador. Felizmente, casado con la Karin, quien fue mi polola desde Cuarto Medio. Tengo tres hijos: la Nicole, de 15 años; Antonio, de 13; y Felipe, de 9. Soy lo que queda de un taquilla ochentero.
Sí, yo era de los que hace un cuarto de siglo se echaba gel en el pelo para darle una forma que resaltara mis facciones y así ver si caía alguna mina en mis fauces. En cambio ahora, sufro una severa alopecia. Y como engordé un poco la cara, me dejé el bigote y la barba de chivo para que mi cara adelgace un poco, además de disumular un poco la papada. En cambio, mi mujer sigue tan estupenda como cuando tenía 17 años… porque se ha comprado todos los aparatos que ha visto en los Infomerciales y va tres veces a la semana al gimnasio.
Yo era de los que iba a esos carretes que comenzaban a las 7 y media de la tarde y, con suerte, terminaban a la 1 de la mañana. Ahora, recién a las 11 de la noche mi hija se junta con sus amigas para ver a qué disco de moda irán. Y debo hacer vigilia en la casa hasta las 4 de la madrugada para ir a buscarla.
Yo era de los que bailaba igual que el resto, moviéndome de un lado a otro, como si me estuviera meciendo. En cambio, mi hijo, el Antonio chico, protagoniza unos movimientos pélvicos con esto del reggetón que ni yo le he hecho a su mamá cuando tenemos intimidad. Y eso me asusta.
Yo era de los que el papá le regaló un computador Atari que se conectaba a la tele, y tenía que esperar como media hora para que el sistema se conectara mediante un casette de cinta conectado a un reproductor similar a una grabadora. Eso extraña y provoca risa en mi hijo menor, que después de dominar totalmente los secretos del Windows ya está negociando conmigo que le compre un notebook con wifi incluido si pasa de curso con un promedio, mínimo, de 6,9.
Yo era quien soñaba con ser un artista famoso, liderando mi conjunto “El Andrajoso Tigre” para imitar a mi grupo favorito Duran Duran. Por eso me hacía llamar Tony Duran, que se pronunciaba “Tony Diuran” y no “Tony Durán”.
Yo vestí pantalones amasados color amarillo fosforescente, que combinaba con camisa ancha de color lila para lucirme con mis amigos y zapatos color café con leche marca Pluma.
Yo era el que escuchaba música en su personal stereo, y que para ahorrar pilas adelantaba o retrocedía los casettes haciéndolos girar con un lápiz Bic en el medio.
Yo era uno de tantos de una generación que disfrutó los años 80… porque yo era, simplemente, Tony Duran.