lunes, 27 de abril de 2009

SOY LO QUE QUEDA DE UN TAQUILLA…

Hola. Me llamo Antonio Pardo Arancibia. Tengo 39 años. Profesión contador. Felizmente, casado con la Karin, quien fue mi polola desde Cuarto Medio. Tengo tres hijos: la Nicole, de 15 años; Antonio, de 13; y Felipe, de 9. Soy lo que queda de un taquilla ochentero.
Sí, yo era de los que hace un cuarto de siglo se echaba gel en el pelo para darle una forma que resaltara mis facciones y así ver si caía alguna mina en mis fauces. En cambio ahora, sufro una severa alopecia. Y como engordé un poco la cara, me dejé el bigote y la barba de chivo para que mi cara adelgace un poco, además de disumular un poco la papada. En cambio, mi mujer sigue tan estupenda como cuando tenía 17 años… porque se ha comprado todos los aparatos que ha visto en los Infomerciales y va tres veces a la semana al gimnasio.
Yo era de los que iba a esos carretes que comenzaban a las 7 y media de la tarde y, con suerte, terminaban a la 1 de la mañana. Ahora, recién a las 11 de la noche mi hija se junta con sus amigas para ver a qué disco de moda irán. Y debo hacer vigilia en la casa hasta las 4 de la madrugada para ir a buscarla.
Yo era de los que bailaba igual que el resto, moviéndome de un lado a otro, como si me estuviera meciendo. En cambio, mi hijo, el Antonio chico, protagoniza unos movimientos pélvicos con esto del reggetón que ni yo le he hecho a su mamá cuando tenemos intimidad. Y eso me asusta.
Yo era de los que el papá le regaló un computador Atari que se conectaba a la tele, y tenía que esperar como media hora para que el sistema se conectara mediante un casette de cinta conectado a un reproductor similar a una grabadora. Eso extraña y provoca risa en mi hijo menor, que después de dominar totalmente los secretos del Windows ya está negociando conmigo que le compre un notebook con wifi incluido si pasa de curso con un promedio, mínimo, de 6,9.
Yo era quien soñaba con ser un artista famoso, liderando mi conjunto “El Andrajoso Tigre” para imitar a mi grupo favorito Duran Duran. Por eso me hacía llamar Tony Duran, que se pronunciaba “Tony Diuran” y no “Tony Durán”.
Yo vestí pantalones amasados color amarillo fosforescente, que combinaba con camisa ancha de color lila para lucirme con mis amigos y zapatos color café con leche marca Pluma.
Yo era el que escuchaba música en su personal stereo, y que para ahorrar pilas adelantaba o retrocedía los casettes haciéndolos girar con un lápiz Bic en el medio.
Yo era uno de tantos de una generación que disfrutó los años 80… porque yo era, simplemente, Tony Duran.

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