miércoles, 6 de mayo de 2009

“MI AMOR, SOMOS TÍOS-ABUELOS”

Me avisó la Karina por la tarde al celular. “Mi amor, somos tíos-abuelos”, me dijo. ¡Tíos abuelos! ¡Aún no cumplo los 39 años y ya soy tío-abuelo! ¡Sí, soy tío-abuelo!
La situación es la siguiente: hace ya 22 años, estamos hablando de 1987, mes de abril, a la Comunidad Juvenil que nos preparábamos para la Confirmación llegó una chiquilla nueva. Yo, para variar, estaba con la guitarra practicando cuando esta lola, de tez mate, se me acercó y me preguntó: “¿Te gusta Silvio?”
Quedé helado, porque con suerte en mi repertorio incluía alguna canción de Víctor Jara. Pero de ahí a tocar Silvio Rodríguez, a lo más “El Unicornio Azul” y pare de contar.
“¿Estás loca?”, le repliqué… y dos segundos después estábamos ambos muertos de la risa.
Era la Raquel, y congeniamos de inmediato. Se integró muy bien al lote, que nos reuníamos todos los sábados. Tan amigos, que un día martes me fue a buscar al colegio. Era bizarro eso, porque por primera vez nos veíamos de uniforme escolar, sin nuestros vestuarios de jeans o camisas rayadas con las que nos topábamos los fines de semana.
“¿Y qué onda? ¿Qué haces aquí?”, pregunté.
“Es que venía a invitarte a mi cumpleaños, lo voy a celebrar este viernes. ¿Vienes?”
“Ya po”
Si hubiera existido en esa época el chat o el celular, la Raquel no habría realizado tremendo viaje desde su colegio, en el paradero veintitantos de Gran Avenida, al mío que estaba en el 7. También invitó a mis compadres In y Loco Rayado.
El caso es que fuimos, llegamos, saludamos a la cumpleañera y no pasaron ni dos minutos cuando la Raquel me susurró algo: “Mi amiga te quiere conocer”
“¿Qué amiga?”

Me la señaló con un guiño en la mirada.
“¿Cuál?”
“La Karina”
“¿Y quién es Karina?”
“Ella poh”
“¿Quién poh?”
“La de ojos claros…”

La miré y ahí mismo me enamoré. Era quien hoy es mi esposa. En resumen, la Raquel nos hizo el gancho. Creo que le debo algunas velitas por este favor concedido.
El caso es que la Karina es una de las mejores amigas de la Raquel. Y mi mujer fue una de las pocas que la acompañó cuando Raquel quedó esperando a su hija mayor apenas salieron del colegio, en ese año 87. Esa chiquita fue bautizada como Valeria.
¿Ustedes conocen el término deja vu? Para los que no lo conocen, significa en forma somera “algo que se repite”. Pues bien, en la vida de Raquel hubo un deja vu: su hija, esa bebita que nació en septiembre del 88 veinte años después también encargó un bebé.
Para variar, mi mujercita reverdeció su amistad con la Raquel visitándose y conversando sobre el asumir este papel de abuela tan joven (porque los estudiosos dicen que en el mundo de hoy, una persona con 40 años aún es considerada joven. Menos mal). Y de paso, me tocó a mí también porque la Karina me salió con que seríamos tíos-abuelos.
No le había tomado el peso a esa denominación hasta la llamada de hoy de mi señora. Tío-abuelo. ¿Tan viejo estoy?... ¿Tan rápido ha pasado el tiempo?... me preguntaba esto una y otra vez mientras mi mujer me decía que mañana iremos al hospital a visitar a la Valerita.
¿Qué diré? ¿Algo típico como “y pensar Valeria que te tuve en mis brazos y ahora tengo a tu bebé”? A propósito, fue varoncito y lo llamarán Miguel Esteban.
Tío-abuelo… lindo el título que tengo ahora. Me miré al espejo y parecía que las canas que tengo en la barba destacaban aún más, que habían aparecido arrugas en mi cara, como que me sentí débil. Algún achaque por ahí. En fin, soy tío-abuelo. Notable.
Estaba pensando lo que significa todo esto cuando mi hija me vino a dar el beso de las buenas noches. Y no pude evitarlo: de inmediato pensé que mi princesita, la luz de mis ojos, mi regalona, uno de mis tesoros más preciados algún día me hará abuelo… ¡Pero todavía no!... ¡Mínimo, en 15 años más!... Es que quiero disfrutar un buen rato a mi sobrino-nieto…incluso, hasta podría escribirle una canción…

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