viernes, 1 de mayo de 2009

MI FIEL ATARI 2600

Debo admitirlo: hay días domingo que son nefastos para mí (tal como decía el personaje de Don Goyo en el sketch aquel de Sábados Gigantes) porque mi hijo menor, el Pipe, me va a despertar a las 8 de la mañana para hincharme diciendo “Papi, quiero jugar Play… ¡Papi, quiero jugar Play!...”
Mi señora aporta con un “peladito, no seas malo con Felipe. Es
la única ocasión que comparte todo el día contigo”. Ante esas palabras, no me queda más que levantarme, conectarle el Play Station 2 en la tele del living y jugar con él algunos partidos del Winning Eleven o ver cómo destruye monstruos y centuriones en el Spartan. Total, estudios científicos dicen que padres e hijos que juegan Play Station juntos tienen una mejor relación. Seguro que a esos científicos sus hijos nunca han ido a despertarlos a las 8 de la mañana un día domingo.
Que yo recuerde, nunca le hice eso a mi padre cuando teníamos el nunca bien ponderado Atari 2600. El fiel Atari. Fue el mejor regalo que recibí de mis viejos cuando cumplí 13 años. Quien tenía Atari en el curso significaba avanzar unos pasos en el desarrollo tecnológico mundial. Lo mejor es que te daba cierto status ante el resto de los compañeros, ya que sólo te relacionabas con lo que disponían de esta cajita para intercambiar juegos. Además, te permitía invitar a tus amigos a la casa para pasar toda una tarde jugando, matizada por la especial once que te preparaba tu mamá aprovechando las visitas de turno... porque la verdad sea dicha: tenían que ir amigos o compañeros del colegio para que, aparte del pan, se comprara en la panadería dulces como conejos, berlines o colegiales. Y así, los forasteros a tu hogar no se iban pelando que los atendieron mal.

Pero no nos desviemos del tema que nos compete, el fiel Atari. Él era una caja pequeña, con una superficie donde veían los comandos. Al medio de dicha superficie estaba la abertura donde se metía el catridge (nótese el término) o casette, como decíamos vulgarmente. Hacia cada lado de dicho espacio había tres pequeñas palanas, con las que se manejaba el juego. De izquierda a derecha, sus funciones eran las siguientes: la primera era el Power, vale decir, era la que encendía el juego. La segunda, la TV Type, para ajustar el juego a tele en colores o blaco/negro; la tercera, Left Dificulty, la que le agregaba dificultad en el juego al jugador número 1 (player one como dicen los niños de hoy. Ubícate poh); la cuarta, Right Dificulty, para la dificultad del jugador número 2 (player two, para que estemos en onda); la quinta, Game Select, para ecsoger una de las variedades de juego que traía el catridge; y Game Reset, para confirmar el juego elegido y comenzar con los disparos, desplazamientos y demases. Tan simple como eso, no había más filosofía que excursionar.
Mi favorito era el Space Invaders, un clásico. Sobre todo por el sonido ambiente que lo inundaba más el ritmo con que avanzaban los invasores para aplastar el cañón que uno manejaba con el joystick. En esa época también me gustaba el Pac Man, más si en esa época bailábamos una canción dedicada al cabezón amarillo aquel, que se llamaba “Pac Man Fever” y que interpretaban Buckner & Garcia. Mi hermano estaba vuelto loco con el Combat, el catridge que venía de regalo cuando uno compraba su Atari. Claro, le gustaba porque siempre me ganaba en el disparo tanque a tanque, con barreras incluidas.
Lo curioso es que las figuras de todos los juegos eran todas cuadradas, de acuerdo a la definición del programa. Claro, ahora pareciera que con los juegos de videos actuales uno maneja hombrecitos con diseños muy específicos. Como que esos tiempos del Atari sus figuras reflejan lo que era ese tiempo. No es que hayamos sido todos “cuadrados”, simplemente eran los avances de la computación que nos sorprendía a todos. Y con eso nos bastaba.
Por último, ni el Commodore, una tremenda consola de marca Phillips, ni el computador personal Sinclair, que era una caja chica y plana de color negro, le llegaban a los talones a mi Atari 2600. Ni siquiera el Play Station 2, aunque mi hijo menor insista lo contrario.

1 comentario: